Cajío, Guanímar y Majana ahora son costas con hierba fina bajo el agua, al tiempo que sombrillitas construidas a 30 metros de la orilla permanecen entre las olas, indicó Jacinto Iván González, poblador de la zona, al semanario de la provincia.
Durante el proceso de erosión intervinieron también acciones humanas, como la extracción de arena, la construcción de viviendas en la ribera y la tala indiscriminada del bosque de manglar, añadió al órgano de prensa Rafael Arcís, especialista del CITMA.
Entre las causas de origen natural figuran las características del suelo, que impiden el desarrollo de la barrera de rompimiento del azote marino, y la ubicación del territorio sobre un área ancha y peligrosa de la plataforma insular.
Según informes de la delegación del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente en Artemisa, se estima que cada año el retroceso de la línea de costa alcanza más de un metro en varios puntos del litoral.
Asimismo, en ocasiones se reportaron hasta 25 metros de penetración del mar, lo cual ha afectado a los asentamientos poblacionales de la zona.
Rafael Arcís insistió en la necesidad de evitar el vertimiento de residuales y las construcciones cercanas a las playas, al tiempo que señaló que cualquier daño a la naturaleza termina por convertirse en un perjuicio económico y social.
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