Las prácticas temerarias de la banca y las industrias petrolíferas nos unen a lo que Ban Ki-moon llama un 'pacto suicida global'
El anuncio de Capital One para su World Mastercard es totalmente enfático: "No, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no hay límite". Ese tipo de certeza viene envuelta normalmente en una religión fundamentalista. Podría tratarse del pensamiento mágico de un sistema económico que se ha desviado peligrosamente de sus raíces del mundo real, o simplemente el machismo del “sigamos con ello” de los bancos, desesperados por olvidar las consecuencias de sus préstamos temerarios.
En cualquiera de los casos, ilustra claramente la sospecha de Ban Ki-moon de que el modelo económico mundial es un “pacto suicida global” ecológico. Con independencia de a qué conjunto de datos nos refiramos, su sospecha está bien fundamentada. El año pasado fue el año más caluroso empatado con otro que se haya registrado, o el segundo año más caluroso registrado.
Pero dado que el modelo de la economía mundial también se ha parecido a una nota de suicidio, cabría esperar un clamor creciente por el cambio de sistema. Nos equivocaríamos.
Conforme la fatiga por la cuestión del cambio climático hace que el problema se vaya reduciendo en las noticias, como la masa de un glaciar de los Alpes, las pulgadas de columna perdidas se van llenando con los gritos cada vez más indignados de un sector financiero impenitente.
En la reciente reunión de la elite del mundo en Davos, en la que parece que el cambio climático apenas se mencionó, los banqueros se mostraron impacientes no por el cambio, sino por volver a los negocios habituales.
Pero cuando dicen que es el “momento de seguir adelante”, ¿se dan cuenta los banqueros que parecen desesperados por abandonar la escena del crimen?
Dame Clara Furse, anterior directora ejecutiva del London Stock Exchange no dijo más como editora invitada del programa Radio 4's Today de la BBC el 31 de diciembre. Desde entonces, se ha formado una cola para entonar la misma melodía.
Al ser cuestionado por el selecto comité del Tesoro, el director del Barclay, Bob Diamond, afirmó que el tiempo de los “remordimientos y las excusas” del sector financiero se había terminado.
Más tarde, Diamond tuvo al menos la presencia de ánimo suficiente para expresar su “agradecimiento de corazón” a los diversos ministros que estaban en Davos y habían manejado billones de dinero público en apoyo de los bancos. El jefe de J P Morgan, Jamie Dimon, estaba en un punto diferente del gráfico de la sensibilidad por el mundo y dijo a su público que los que criticaban a los bancos estaban siendo “injustos”.
Por tanto, mientras avanzamos a tropezones por los primeros días del año 2011, dos problemas económica y medioambientalmente terribles están siendo limpiamente barridos debajo de la alfombra. ¿La razón de la inacción podría ser tan simple como que los políticos, en general, y el gobierno en particular, son muy dependientes para su financiación de la industria petrolífera y del sector financiero?
Tenemos un sistema bancario, todavía sin reformar, volviendo a sus antiguas y malas maneras, incluso aunque están casi seguros de que necesitarán más apoyo público en los próximos meses. Por extraño que parezca, no puedes dejar de pensar que cuando Goldman Sachs anunció que la paga media a su personal iba a ser de 269.000 £, pensaron que nos quedaríamos impresionados por su comedimiento. Hasta que, finalmente, alguien señaló que cuando excluyes a todo el personal administrativo, el paquete medio para sus banqueros superiores 1.000-plus era probablemente de 5 millones de libras esterlinas.
Cuando los altos ejecutivos de la banca se refieren a su paga como “compensación”, uno se pregunta que exactamente por qué se les está compensando. Quizás sea por el estrés por tener que ocultar el conocimiento de los otros problemas debajo de la alfombra: cómo la economía, bailando la melodía del capital financiero, está jugando, gravemente, con el material de la vida.
La rueda de los altos y volátiles precios de los alimentos y el petróleo ha vuelto a girar con mucha rapidez desde las últimas cimas de 2008. Y BP, tras su desastre en el Golfo de México, de nuevo está atrayendo inversores y pagando dividendos a pesar de sus enormes responsabilidades, que todavía existen.
Este mes –el número 70 de esta cuenta atrás para la acción sobre el cambio climático–BP ha publicado sus más recientes proyecciones estándar del sector por lo que se refiere a la producción y demanda futuras de combustibles fósiles. Predicen que las emisiones globales de carbono seguirán creciendo al menos hasta 2030, a pesar del hecho de que para impedir el peligroso cambio climático ya se deberían estar reduciendo. Presentado en las soporíferas páginas con gráficos y tablas, este es el “pacto suicida global” escrito con tinta invisible en el modelo económico del mundo al que se refiere Ban Ki-moon. Y seguirá siendo así, hasta que podamos romper el hechizo del pensamiento mágico que nos permite creer que, económica y medioambientalmente, no hay límites.