- El país caribeño sigue hundido doce meses después del devastador terremoto
- Parte de la ayuda prometida no ha llegado y la que llega ha sido mal ejecutada
- El caos político se acerca tras comprobarse las acusaciones de fraude electoral
- El cólera ha venido para quedarse y enfrenta a la ONU con la población
Más de 220.000 muertos, 300.000 heridos, miles de amputados, un millón y medio de personas sin hogar y el 120% del PIB nacional cayeron presa de esa extraña divinidad, convertida en todo un mito popular meses después del seísmo.
Y no es para menos: lo que él hizo en veinte segundos no lo han podido arreglar -ni siquiera maquillar- en un año todos los gobiernos y organizaciones humanas, pese a sus 5.300 millones de dólares prometidos en ayuda -aunque solo han llegado 1.200 millones-, el ejército de 12.000 cascos azules y las 1.000 ONGs desplegadas en el país.
Escombros por todas partes!
Doce meses después, 'Goudou Goudou' le ha ganado de sobra la partida al ex presidente de EE.UU., Bill Clinton, que comanda la criticada Comisión Interina de Recuperación de Haití puesta en marcha por la ONU y que prometió "volver a construir mejor" un país en el que solo se ha retirado el 5% de los escombros de lo destruido en el terremoto, según un informe demoledor de la ONG británica Oxfam.
Tal y como cuenta (un director de una Portada), los escombros aún se ven reinando por la capital del país, Puerto Príncipe, pese a la corriente de personal humanitario extranjero y de ayuda internacional.
Los estudios posteriores al desastre detallan que 105.000 casas fueron destruidas y 208.000 resultaron dañadas, creando un volumen estimado de veinte millones de metros cúbicos de escombros, una cantidad capaz de hacer la mitad de la vuelta al mundo si se pone en camiones de recogida colocados unos junto a otros, de nuevo según Oxfam.
"La gente dice 'escombros, escombros, cómo no pueden llevarse fuera estos escombros'", reconoce Pamela Cox, vicepresidenta del Banco Mundial para Latinoamérica y el Caribe, a la agencia Reuters.
Pero los expertos no se sorprenden de lo que ocurre: es más, consideran que solo el 40% de los escombros de Puerto Príncipe se podrá retirar antes de octubre.
Los escombros son también una ruta perfecta al endemoniado embrollo que la comunidad internacional ha sido incapaz de desanudar en estos doce meses.
800.000 refugiados
Las casas destruidas total o parcialmente no han sido rehabilitadas o reconstruidas, por lo que 800.000 de los 1,3 millones de personas que se quedaron sin hogar siguen viviendo en las insalubres tiendas de campaña creadas para acogerlos tras el seísmo.
Según Oxfam, pocas de las casas dañadas han sido reparadas y solo el 15% de las 150.000 casas provisionales de madera planificadas para realojar a todos los sin hogar han sido reconstruidas debido fundamentalmente a la ausencia de un catastro.
Además, se carece de tierras suficientes para construir nuevas casas porque gran parte de los terrenos fuera de las ciudades en el que se puede edificar desde cero pertenecen a los terratenientes de la élite privilegiada del país, formada por unas pocas familias y que controlan la mayor parte de los sectores económicos y políticos del país.
Con todo, la Organización Mundial de las Migraciones (OMM) señala en su último informe que la cifra actual es casi la mitad de los que había en julio y que una media de 100.000 refugiados abandonan cada mes los campamentos precarios en Puerto Príncipe y las provincias rurales.
Pero las razones para abandonar estos campamentos no es necesariamente el que se tenga una vivienda mejor. La OMM señala que son otros motivos como las fuertes lluvias tropicales, la epidemia de cólera, las expulsiones o el miedo mismo a ser expulsado es el que ha desencadenado la salida de los campamentos.
Más aún, esos campamentos precarios han sido testigos de múltiples violaciones de mujeres que se han visto desamparadas tras el terremoto, según un desgarrador informe dado a conocer por Amnistía Internacional con motivo del primer año del seísmo.
"Cuando vas alrededor del país y pasas por las tiendas -los campamentos de supervivientes- y ves la situación a la que se enfrenta la gente un año después del desastre es difícil ver mucho rastro de cómo se ha gastado el dinero", señala Mackenzy Jean-François, un estudiante universitario de 25 años a la agencia Reuters.
Porque, ¿cómo se ha gastado el dinero y cuánto dinero del que se prometió ha llegado?
Las ONGs contra los gobiernos
Si hay algo en lo que están de acuerdo gobiernos y ONG es en que la "generosidad sin precedentes" en palabras de Oxfam que mostraron los ciudadanos del mundo con Haití permitió salvar innumerables vidas gracias a la llegada de agua potable, comida, tiendas y productos sanitarios, entre otros productos de primera necesidad.
Los datos de la ONU muestran que cuatro millones de personas recibieron ayuda alimentaria, 1,5 millones recibieron materiales para resguardarse y más de un millón agua potable.
A partir de ahí, gobiernos y organizaciones humanitarias discrepan e incluso se culpan mutuamente, en un triste de reflejo de hasta qué punto ha fracasado la reconstrucción de Haití hasta ese momento.
Los países donantes se comprometieron a finales de marzo de 2010 en Nueva York a dar una ayuda internacional de 5.300 millones de dólares para los dos primeros años y más de 11.000 millones de dólares a largo plazo para construir un "mejor país".
EE.UU., que pasó a la primera escena inicialmente ante el temor de la salida masiva de personas en una isla que está relativamente cerca de sus costas, ha postergado a 2011 la inmensa mayoría de los 1.170 millones prometidos, de los que solo ha dado una décima parte.
Para gestionar esos fondos y supervisar toda la labor humanitaria en Haití se acordó crear la comisión comandada por Clinton y el primer ministro haitiano, Jean Max Bellerive.
El informe de Oxfam es especialmente crítico con este organismo, que considera que ha realizado una tarea "mediocre" y que ha fallado estrepitosamente en su mandato de coordinar la reconstrucción.
En una agria respuesta, la comisión ha respondido que Oxfam que ha "mal interpretado e infrarrepresentado" su misión.
Algunos grupos humanitarios han calidicado de "desastre" la coordinación de las operaciones de ayuda mientras que Cruz Roja, Médicos Sin Fronteras, Acción contra el Hambre y Ayuda en Acción han señalado directamente la ineficacia del gobierno haitiano comandado por Bellerive y el presidente, René Preval.
En otro lado, Bellerive se ha quejado de que las ONG ignoran al Gobierno en sus operaciones y que muchas de ellas ni siquieran dan cuenta de las mismas cuando las hacen.
"Haití es una república de ONG", ha repetido en varias ocasiones el jefe de la misión de la ONU, Edmond Mulet.
Más duro aún ha sido el representante saliente de la Organización de Estados Americanos (OEA), Ricardo Steinfus, que dice que las ONG han usado Haití como "laboratorio" y una oportunidad para "hacer negocio".
...Y llegó el cólera
Sea quien sea el culpable, lo cierto es que, como recuerda Médicos Sin Fronteras, lo trágico es que con tal número de ONG y organizaciones internacionales no se ha podido prevenir la epidemia de cólera que ha dejado ya más de 3.000 muertos, en lo que ha calificado como "un fracaso del sistema de ayuda humanitaria".
El cólera también ha supuesto la gota que ha colmado el vaso de la población, que culpa a los cascos azules de la ONU de introducir una enfermedad contagiosa erradicada en la isla hace más de un siglo, una afirmación que confirman los primeros estudios científicos.
Junto a la enfermedad, que aún no ha llegado a su cénit según la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha estallado otro tipo de indignación: la provocada por unas irregulares elecciones en la que Preval ha buscado a toda costa colocar a su delfín, Jude Celestin, para evitar un más que probable exilio si ganase la oposición.
El resultado: más incertidumbre política después de que la OEA constatase el fraude en su informe y propusiese tumbar a Celestin para recuperar un proceso que puede añadir un último ingrediente, el que faltaba, al desastre que trajo 'Goudou Goudou': el levantamiento civil de una población ahogada que se ahoga entre los escombros de un país que aún no se ha empezado a construir.
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